El hombre frente a la máquina y la máquina al servicio del Estado, su burocracia y su ineptitud. La locura se apodera de un hombre a la hora de hacer un trámite administrativo.

           Soy el tirano de este teclado – dijo un tipo sentado delante de su ordenador mientras tramitaba un trámite de la administración que no se dejaba tramitar. 


 

Era de noche y la luz le iluminaba la cara  dándole un aspecto siniestro, estaba recto en la silla, pupilas dilatadas, y boca seca de hablar con nadie. Golpeo el teclado y fulmino la pantalla con la mirada que se llevaba enturbiando toda la noche, una noche que empezó ya tarde haciendo un trámite cuyo plazo terminaba hoy.


 

Acerco la cabeza al teclado numérico y le dijo susurrando al ocho – última oportunidad para obedecer o te obligo a mirar mientras acabo con tu familia.


 

Tecleo y nada. Desesperado se levanto y golpeo la pared, pues sabía que dependía de los números y aunque desafiaran su autoridad, no debía liquidarles. Un destello recorrió su mente: Alt+Control+supr. Funciona. Sale la pantalla adecuada, finalizar tarea, vuelve a empezar. Un buen tirano debe saber perdonar cuando es necesario.


 

Inicia el trámite de nuevo, mira al  ratón como su capataz y dice – ponte las pilas, si ellas no cumplen su cometido tú serás el siguiente.


Todo parece ir bien en el trámite, pero no quiere confiarse, a este punto también llego la última vez. Sigue avanzando, hora de poner su nombre. Tecla “A”  y no hace caso. Su furia se desata contra esta y advierte a las demás vocales.

 

La violare hasta que se someta, quiero que sirva de lección para el resto – amenaza.

 

Arremete contra ella golpeando sin piedad el relieve de la tecla y las demás vocales parecen temblar y estremecerse del miedo. Parecen solo, ya que son inertes, aunque al tirano en su locura se le olvido hace tiempo. De pronto la letra “A” funciona, estaba solo atascada, probablemente por las migajas acumuladas en el teclado de tantas batallas pasadas.


 

El tirano prosigue, solo ha sido una piedra en el camino – piensa para sí mismo que un líder sabio sabe cuando se equivoca, pero no debe mostrara piedad ni debilidad. Cuando termina con las “aes” y las “oes”,  que ya no le hacen falta, las arranca y tira por la ventana, triste final para una vocal. Continua. Hora de la verdad, la parte que le da error desde hace demasiadas horas.


 

Hace una pausa y dice – llego el final y no hay término medio, o funcionas y celebramos la victoria juntos o solo queda caer por la ventana y la más miserable de las muertes.

Presiona el teclado, el ratón se mueve. El trámite avanza imparable: ve la luz al final del túnel, completa todas las casillas; no pone observaciones, no quiere dar información al enemigo. Queda dar a aceptar… y le da… y funciona. Se alza en la silla y levanta el puño victorioso, ríe con satisfacción.

 

La victoria es mía. Se cantaran canciones esta noche y se celebraran banquetes en mi honor – grita eufórico. Unas trompetas triunfante suenan en su mente… de repente otro sonido martillea su cabeza, busca el origen de este y es el ordenador… su ordenador. Mira la pantalla, pone error al introducir el certificado de firma electrónica. Aprietas las manos, chirrían sus dientes, le tiembla un ojo.  Agotado dice – Se acabo, por la ventana.

 

 

Atila

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